miércoles, 3 de octubre de 2007

Ali

Ali tomando el solecito. Está un poquito gordita porque está operada. Pero se mantiene en el mismo peso.

Cuando nació no había forma de acercarse a ella, bufaba y se escondía debajo de los muebles. Si metía la mano me arañaba. Era muy arisca. De hecho, la llamamos Ari, de Arisca. Pero luego me dio pena y lo cambié por Ali, y también la llamo Alita.

En cambio ahora en cuanto ve que me siento en el sofá, se sube a mis faldas. Quiere muchos mimitos, y le encanta que le rasque la nariz, además de la cabeza y el cuello, como todos los gatos.

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